domingo, 17 de abril de 2011

LUCIANO CRUZ: UN REVOLUCIONARIO CASI OLVIDADO

por José G. Martínez Fernández.

(Artículo publicado el año 2008 en varios medios digitales y que ha tenido -hasta hoy- decena de miles de lecturas)

La historia oficial, aquella de los textos de estudio, a veces nombran a Luciano Cruz y a Miguel Enríquez, pero, en su visión conservadora, aparecen ambos como apologistas de
la violencia sin objetivo. Miguel Enríquez ha sido justamente rescatado por otros investigadores en su verdadero aporte a la lucha popular. Sin embargo se ha olvidado a Luciano Cruz.


Antes del gobierno allendista y en su génesis existió en Chile un estudiante de Medicina de la Universidad de Concepción que era un revolucionario. Ese estudiante era hijo de un alto oficial del Ejército que se llamaba Pedro Mario Cruz y de quien no sé cuándo y cómo murió. Alguna vez alguien me dijo que fue enterrado como un militar y que murió durante la dictadura. No sé si será cierto lo primero. El apellido materno de Cruz era Aguayo. Era nieto de latifundistas, abuelos que adoraban al niño.

Ese niño, convertido en joven, se hizo militante de las JJCC. Fue un líder muy destacado en
la enseñanza media de la ciudad penquista y en la Universidad fue presidente de la FEC.
Se integró al MIR desde su surgimiento junto a jóvenes provenientes de la FJS como los hermanos Miguel y Edgardo Enríquez.

El MIR, según Luis Vitale, tuvo como fundadores no sólo a los tres citados y otros baluartes
como el Dr. Sotomayor y el sociólogo Andrés Pascal Allende, sino que a figuras relevantes
del sindicalismo como don Clotario Blest Riffo y al mismo Vitale junto al Dr. Sepúlveda, quien habría sido el primer jefe del movimiento.

En un encuentro del MIR se produjo una inclinación mayoritaria de apoyo a Luciano
Cruz, para que ocupara la dirección; sin embargo otros señalaron que Enríquez debía ocuparla. Enríquez venía llegando de Cuba. Frente a la intensidad del debate, Cruz produjo la unión permitiendo la elección de Miguel.

Luego se hizo una votación universal de los más de 200 reunidos en la que Luciano
Cruz tuvo una votación casi total. Me parece que sacó apenas uno o dos votos menos del universo total de sufragios.

La votación hablaba a las claras cómo Luciano prendía en las bases del movimiento. En las
zonas carboníferas y en las campesinas Cruz era muy querido, tanto que en la lucha del
campo sus trabajadores marchaban al grito de "Luciano, Guevara, el pueblo se prepara".

Su importancia sería evocada años después, inmediatamente tras el Golpe de Estado, en un libro llamado "Proceso a una traición" del periodista Ricardo Boizard, Picotón, que
en dicho texto justificó burdamente el golpe y contó la historia de los supuestos traidores de la FACH donde, me parece, nombró también a Alberto Bachelet. Digo: "su importancia sería evocada" porque en la carátula del libro figuraban cinco personajes: Fidel Castro, Salvador Allende, Luis Figueroa, Carlos Altamirano y LUCIANO CRUZ.

Otro hecho que habla de la trascendencia del líder es un texto de dos periodistas que escribieron "Miguel Enríquez, el rebelde de la burguesía". En ese libro hay un capítulo completo dedicado a Cruz. Allí el historiador Luis Vitale cuenta la historia que le habría
narrado un importante miembro del gobierno de Castro. Dice que estando el líder cubano
junto a un grupo de personas se enteró de la muerte de Luciano Cruz. Castro, entre triste
y ofuscado, lanzó su vaso con no sé que bebida o licor contra una pared y dijo: "Ha muerto mi hombre en Chile".

El gran líder murió a comienzos de agosto de 1971 (no recuerdo el día exacto). Aquella noticia la supe cuándo viajaba en un camión desde Arica a Santiago para ahorrarme las pocas monedas que tenía. Una radio señaló que Cruz había muerto asfixiado en un departamento de Santiago.

Un instante me quedé mudo. ¿Había muerto realmente Luciano Cruz? Cuando salí del
bloqueo le dije al chofer quién era Luciano. Me miró con cara de espanto. El hombre, un
asalariado, me señaló que qué le importaba a él Luciano.

De allí en adelante la cosa se puso fea. El individuo me empezó a hacer imposible las horas. Y más allá provocó una discusión, que la que me dejó “tirado” en plena carretera. Quedé en un lugar desconocido. Pampa, desierto. Caminé sin destino, hasta que horas después divisé un servicentro. Allí relaté mis problemas de abandono a trabajadores del lugar. Y me ubiqué: estaba cerca de Antofagasta. Yo tenía un tío en Chuquicamata.

Conversé con varios choferes. Uno de ellos iba hasta Calama y me llevó. Lamento no haber
preguntado su nombre para agradecerle. De Calama me fui a Chuqui. La historia de mi salida del camión le causó entre risa y rabia a mi tío.

Al día siguiente me embarqué a Santiago. Y aunque desee llegar al funeral de Luciano Cruz,
eso ya no era posible. Alojado en una humilde residencial, cercana a la Estación Mapocho,
pude contemplar las paredes de viejos edificios llenos de murales con el rostro de Luciano y su mano en alto con la leyenda que decía, me parece: "Luciano, hasta la victoria siempre".

El funeral de Luciano fue el más grande de esos años. Días después de su muerte se suicidó su compañera, una profesora universitaria cuyo nombre, ahora, no recuerdo.

Cuando llegué a Arica en uno de los folletos que editaba en aquel tiempo le hice un homenaje al héroe. Recuerdo claramente que el entonces importante dirigente regional del MIR, Sergio Vásquez Osorio, me agradeció ese artículo.

Quise, por otra parte, hacer una denuncia, en ese mismo folleto, de la situación vivida con el chofer, pero mi amigo Florencio, se opuso a ello.

Yo recuerdo esos años de luces y sombras, de inquietudes sociales enormes, de batallas
duras, de justicias e injusticias; pero lo que más recuerdo es la figura de este joven que murió a los 27 años.

A su tumba, como a la de otros grandes hombres, en el Cementerio General, suelo ir de vez en cuando. Está sepultado a una cuadra de donde estarían los restos de Manuel Rodríguez.
(Por informaciones recientes me he enterado que Rodríguez no está allí, sino que en ese lugar está el cuerpo de otra persona).

Yo le recuerdo mucho y desde hace años he tenido la intención de hacer una investigación más exhaustiva sobre Luciano Cruz Aguayo. Tenía varios documentos sobre él, pero en un allanamiento a mi propiedad en 1987, se perdieron. El proyecto era un libro.

Será tarea futura entrar en la vida de esta figura que merece ser rescatada; elevada al lugar que le corresponde.

Los trabajadores del campo y la ciudad de los convulsionados sesenta-setenta aún le debieran recordar.

2 comentarios:

  1. En el año 1962, luego de rendido el bachillerato de ese año, Luciano Cruz envió una carta al diario El Sur, en que luego de obtener 35 puntos en dicha prueba renunciaba al mismo. Creo que seria interesante su reproducción ya que recuerdo que contenía conceptos muy interesantes.

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